lunes, 31 de julio de 2017

Necesidades y equívocos alimentarios



Necesidades y equívocos alimentarios
Verónica Villa (Grupo ETC)

1.  Fundamentos materiales de la existencia humana. Dice Karl Polanyi que es un hecho innegable que los seres humanos tienen necesidades fundamentales materiales, y que deben derivar su subsistencia de una interacción constante con sus entornos naturales.1 Karl Marx, en sus Tesis sobre Feuerbach, plantea una definición de la actividad humana (praxis) que radica en su carácter real y objetivo: la acción transformadora que se ejerce sobre la materia prima, sobre los medios o fuerzas productivas.

2 Así que la premisa de la existencia humana es el sustrato material del que deriva su mantenimiento, sobre el que se asienta, desarrolla y complejiza. La primera necesidad podría entenderse como lo que Bolívar Echeverría llama la praxis económica: el proceso de trabajo que asegura la supervivencia, que además de “vencer la escasez” es una actividad “ilimitadamente creadora, capaz de provocar y satisfacer cualquier tipo de necesidades”.

3. No puede negarse la materialidad del cuerpo humano y del mundo en el que existe. Esta materialidad es el sustento de cualquier construcción subjetiva, histórica, cultural de las necesidades y sus satisfactores: si no existe el cuerpo que las anhele y las gestione, no existe nada.

4. Las necesidades como el momento de síntesis y reproducción de la vida humana. El sujeto social humaniza la naturaleza y el resultado de esa humanización es el punto de partida para nuevas modificaciones del mundo. Los bienes que produjo al trabajar, al asegurar la supervivencia, son lo que consumirá para recomenzar la dinámica de transformación, trabajo, producción o humanización del mundo. El sujeto social es quien transforma, pero también es transformado a partir de lo que hereda de quienes le antecedieron en la acción. Lo necesario para seguir adelante, el conjunto de condiciones, aprendizajes, instrumentos, impulsos y materiales que hacen posible la continuidad de la vida humana, constituye el “sistema de necesidades” del sujeto social.

5. Producir (hacer uso y refinamiento de las habilidades, de la capacidad de humanización y transformación de la naturaleza) y consumir (el momento de la satisfacción de las necesidades de supervivencia y la creación de nuevas necesidades, momento de síntesis), son dos estadios del mismo devenir social, separables únicamente para entenderlos, pero en movimiento permanente y protagonizados por los mismos sujetos: todos producen y consumen todo el tiempo. En el momento del consumo se satisfacen las necesidades para la reproducción del individuo y del mundo que vamos recreando y modificando. La forma natural de la reproducción humana supone esta adecuación entre capacidades y necesidades.

6. La ruptura en el flujo natural de satisfacción de las necesidades. Sin embargo la economía de mercado, y posteriormente el capitalismo, introdujo una mediación en este flujo de producción y reproducción, en esa adecuación de las capacidades infinitas para con las necesidades abiertas. El producir para el mercado introdujo un obstáculo entre la producción y el consumo. Esta mediación es que lo producido ya no necesariamente se adecúa a lo necesitado, sino al mercado. Entre producción y satisfacción se interpone el mercado, y posteriormente el capitalismo. En palabras de Bolívar Echeverría, en la época moderna, “el proceso natural de reproducción [de los seres humanos] no obedece a un telos (fin o propósito) propio capaz de sintetizarlo sino a uno ajeno —enajenado— que es el telos cósico del valor instalado como sujeto que se autoafirma, que se valoriza: el telos de la acumulación de capital.” Desde la perspectiva de la crítica del capitalismo, el hecho de que se haya roto el metabolismo natural entre la naturaleza y la humanidad llevó a reproducir sistemáticamente la situación de escasez entendida como la permanente insatisfacción de las necesidades.

7. Luego esta insatisfacción se “naturalizó” como parte de la condición humana. David Cayley hace la crítica de este proceso a partir de Karl Polanyi, quien llamó “falacia economicista” el pensar que la economía de mercado (definida liberalmente como la asignación de medios escasos a fines alternativos) es la forma en que la humanidad resuelve su subsistencia. “Hacer lo mejor con lo que se cuenta” es dar por hecho que la gente quiere más de lo que puede tener, que nunca hay lo suficiente para la satisfacción de todos. Equivale a decir que la escasez es una premisa y que por lo tanto, la gente debe pelear por los bienes escasos. Es asumir que la competencia y la insatisfacción crónica de las necesidades son propiamente humanos.

8. Además de considerar las necesidades como una carga que sepadece y como fuente inagotable de frustración, ocurre el sometimiento de las capacidades humanas a la producción de objetos que incluso se crean para terminar con la vida misma ( por ejemplo armas).
Los debates sobre las necesidades (qué son, cómo se configuran, cómo se resuelven) son muchos y están abiertos. Sin embargo estas breves premisas desde la perspectiva de la crítica del capitalismo ayudan a entender algunos de los problemas actuales de la alimentación, siendo ésta una de las necesidades fundamentales innegables del ser humano, aparte de la diversidad de sus formas históricas y culturales.

Otro matiz de la ruptura entre capacidades y necesidades. Iván Illich argumenta que el sistema económico dominante ha introducido una lógica de desarrollo que consiste en expropiar las capacidades que tienen las comunidades para resolver su vida en términos propios (autonomía, autodeterminación) y en su lugar satisfacer las necesidades con bienes de mercado. Expropiar las capacidades, explica Illich, incluye el despojo de los medios y los objetos de la producción, del trabajo, pero también la censura de los saberes locales, las tradiciones, las tecnologías adecuadas, (el derecho al precedente), el lenguaje, la percepción, y todas las formas de expresión del intelecto, el espíritu y la epistemología.8 Jean Robert llama a este momento en que se despoja a las comunidades de sus fuentes y medios de subsistencia “la enajenación originaria”,9 el momento en que “la destrucción de capacidades autónomas permite crear las necesidades de bienes económicos”.

Es decir, que para poder expandirse, el capitalismo deshabilita a las comunidades y las sociedades impidiéndoles resolver de manera congruente el metabolismo entre la producción y el consumo. Illich le llama a esto: “man made misery” —miseria fabricada por los propios seres humanos.

Entre más deshabilitados estemos como personas y como colectivos, más necesitaremos de alguien o algo fuera de nuestro control para satisfacer las necesidades.

Y no se detiene allí: quien venga tendrá el poder de indicar qué necesitamos, lo que Illich calificó de monopolio radical: la situación en que cada persona y cada comunidad se convencen de que lo que necesitan es lo que les ofrecen los monopolios: la alimentación que necesito es la que promueven las corporaciones, o los grupos de expertos (nutriólogos, funcionarios de la FAO, médicos); la forma de obtenerla siempre debe tener la lógica industrial.

En este punto, las necesidades se hacen equivalentes a las mercancías. Se crea y se expande una red de especialistas cuya misión es convencernos de que necesitamos lo que ellos dicen, a semejanza de cómo trabaja la mafia.

9. La canasta básica y la comida chatarra. En México, en el momento en que la industrialización requirió fuerza de trabajo barata (para la sustitución de importaciones y procesos paralelos como el crecimiento urbano, el tendido de carreteras, puentes, comunicaciones en general) fue muy importante que hubiera alimentos producidos a bajo costo. Estos alimentos provenían de las unidades campesinas que se reproducían bajo la lógica de la subsistencia, no para colocar excedentes en el mercado, y sin embargo, siendo México a mediados del S. XX un país aun eminentemente rural, esta agricultura de autosustento daba de comer, a precios no fijados por el mercado, a toda la población rural e hizo posible la migración de fuerza de trabajo subsidiada hacia las urbes para consolidar los procesos de industrialización.

El establecimiento de precios de garantía, los subsidios directos a la producción agraria, el tope de precios, todo eso contribuyó a mantener barata la canasta básica y por lo tanto, salarios bajos.
Esta lógica de mantener bajos los salarios manteniendo bajo el costo de reproducción del trabajador no ha cambiado, solamente que ahora las calorías necesarias para desempeñarse —hacer los colados de los edificios, aguantar el trayecto a la oficina o a la fábrica, trabajar en la parte más pesada del mantenimiento de la mega urbe, o cualquier actividad que contribuya a la valorización del capital— provienen principalmente no de la agricultura campesina, sino del sistema industrial de producción de alimentos, basado en unos pocos cultivos a partir de los cuales se confeccionan comestibles de larga vida de anaquel, con alto contenido de azúcares, sales y grasas además de los conservadores, saborizantes, aromatizantes y mejoradores de la apariencia (texturizadores, colorantes, etcétera).
Michael Pollan ha reconstruido la historia de las “necesidades nutricias” en Estados Unidos. En sus recuentos explica cómo han ido conformándose los modelos de nutrición promovidos desde el Estado (en su rol de garante de la salud y bienestar de los gobernados), o los indicadores de la ingesta mínima y máxima de diversos nutrientes, según se desarrolla la producción y venta de ciertos cultivos. Es decir, la agricultura industrial promueve sus excedentes, y sus mercaderes pueden incluso comisionar estudios científicos para colocar exitosamente éste o aquel ingrediente, derivado de éste o aquel cultivo.

Pollan dice que los estudios científicos que han promovido en su turno la margarina, la dieta baja en carbohidratos, los licuados de clorofila, los quesos y leches de soya, los endulzantes de maíz, los súper alimentos (hoy en día tenemos al coco, la chía y la quinua) son, más que nada, relaciones públicas e ideología en argot técnico pagada por la industria de los alimentos procesados.

Está el caso de la fórmula que sustituye al amamantamiento. Aparejada con innovaciones en la división del trabajo que posibilitaron que las mujeres accedieran a trabajos (y salarios) fuera de la casa, la “leche maternizada” se ha ido colocando hasta el día de hoy como algo necesario para que los niños sobrevivan, incluso si la madre tiene buen tiempo de amamantar.

Desde su primera noche en la Tierra, los bebés reciben el golpe de azúcar del cual será muy difícil liberarse por el resto de sus vidas. Las familias tienen que destinar enormes presupuestos a comprar fórmulas y toda la parafernalia necesaria por un mínimo de dos años. Como a los niños les hace bien lo dulce, lo pleno de glucosa, y efectivamente ganan peso muy rápido, las leyes laborales sobre permisos de maternidad han quedado intocadas por décadas. Gabrielle Palmer afirma que si todos los bebés que nacen en el mundo recurrieran de entrada a la alimentación en botellas, las ganancias anuales de las compañías que fabrican la leche “maternizada” se incrementarían más de 5 veces. Es éste el mercado tras el que van. Entre las familias pobres del planeta la adquisición de fórmula, botellas y esterilizadores drena una buena parte de sus ingresos.

En el espejismo de nutrir al más pequeño, se empobrecen y desnutren todos los demás. Entre más aceptada es la leche artificial, más crecen las ganancias de los fabricantes. La fórmula para bebés es el alimento más caro en las compras cotidianas de cualquier familia, rica o pobre. En Nigeria una ración cuesta más de 2.5 salarios mínimos. En Uganda llega a costar 9 salarios mínimos.

El sociólogo Jorge Veraza explica, a partir del concepto “subsunción del consumo,” cómo el capitalismo hace que los sujetos necesitemos lo que el capital produce en términos de nuestra reproducción inmediata: lo que consumimos en la vida cotidiana, sean alimentos, ropas, relaciones, emociones específicas, “estilos de vida”, de tal modo que los sujetos son producidos a como el sistema requiere.

La imposición de patrones de consumo y la subsunción del consumo se complementan, o pueden entenderse como aspectos del mismo fenómeno. Por un lado ciertas mercancías alimentarias se presentan como las mejores opciones (porque hay excedentes o porque imponerlas en los puntos de accesibilidad y ponerlas de moda es muy rentable) y por otro lado el “productivismo paroxístico” que demanda el ritmo de trabajo en la actualidad, solo puede cumplirlo el cuerpo humano a partir del consumo específico que ofrece el sistema.

Así que por un lado tenemos la “creación de necesidades”, mediante propaganda, para que el mercado de bienes y servicios fluya; pero por otro tenemos que en verdad son necesarias las calorías de rápida absorción que brindan los refrescos, las grasas hidrogenadas, las harinas refinadas que se encuentran en cualquier producto de las tiendas “de conveniencia” Oxxo, Eleven, Super-K, y todos los supermercados.

Esto constituye la “dieta neoliberal”. El resultado, para Illich, a la vuelta de la enajenación de las capacidades, es la “tantalización de las necesidades” es decir que dentro de las economías orientadas al mercado y la “cultura de la commodity”, los satisfactores tienen una contrafinalidad intrínseca: lo que dicen resolver lo empeoran, en vez de dar vida, dan muerte. Veraza dice: “la alimentación se encuentra predeterminada en forma sistemática y, en el caso de la nuestra, por cierto, en un sentido altamente nocivo para la salud.”

Regresando al caso mexicano: mantener a la baja los salarios resolviendo la canasta básica con harinas refinadas y azúcar haredundado en diabetes, hipertensión y obesidad. Cada vez hay mayor evidencia científica de que la aparición y prevalencia de la diabetes se debe a factores nutricionales. “La dieta neoliberal coincide nítidamente con el crecimiento del sobrepeso y la obesidad a niveles de epidemia.” 

En México la diabetes ya es la primera causa de muerte y se espera que aumente 40% en los próximos 10 años.25 Se calculaba que 100 mil mexicanos morirían de diabetes en 2015. Siete de cada 10 personas en México padecen sobrepeso y 3 de cada 10 niños. México es el primer lugar mundial de obesidad y sobrepeso en niños y el segundo en adultos.27
En el ámbito global, la FAO espera que la obesidad se duplique para 2030. Las pérdidas en productividad y en gastos por enfermedades relacionadas con la malnutrición y el sobreconsumo excedieron ya los 4 billones de dólares por año, equivalentes a más de la mitad del valor mundial del mercado de comestibles.28

10.. Algunas preguntas finales Así que la pregunta no es si las necesidades actuales son falsas o verdaderas, sino ¿de quién son? ¿son realmente del sujeto, o del capitalismo? Un sujeto en libertad para trabajar en lo que quiera, ¿necesitaría el golpe de glucosa que hace a los obreros salir a enfrentar la ciudad y la fábrica?

Una mujer que contara con toda la certeza material y emocional para ser madre ¿necesitaría las fórmulas? Tendríamos que entender cómo algunas “necesidades” son en realidad la imposición de ciertos patrones de consumo. El problema con la comida chatarra es precisamente cómo los satisfactores, los bienes que se producen para satisfacer las necesidades, en realidad tienen una finalidad ajena, que es el apuntalamiento del sistema económico de mercado.

Es un hecho que el debate sobre las necesidades no está cerrado, pero eso no obsta para que sea posible hacer una crítica del contenido de las necesidades. La crítica de la satisfacción de las necesidades es una cuestión de vida o muerte, literalmente.

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