VII Conferencia
Internacional de la Vía
Campesina:
Declaración de Euskal
Herria
“Alimentamos nuestros
pueblos y construimos
movimiento para cambiar el mundo”
Euskal
Herria-País
Vasco, 16 al 24 de julio de 2017
Delegados
y delegadas de La Vía Campesina, en representación de nuestros
movimientos y
organizaciones, estamos reunidos en el País Vasco del 16 al 24
de julio de 2017
para celebrar nuestra VII Conferencia Internacional. Euskal Herria es una hermosa tierra de
solidaridad, lucha,
resistencia, con lengua propia, donde la tradición de la buena
comida producida
por los campesinos/as y pescadores/as locales se mantiene viva.
Nosotros los
campesinos/as, trabajadores/as rurales, sin tierra, pueblos
indígenas,
pastoralistas, pescadores/as artesanales, mujeres campesinas, y
otros pueblos que
trabajan en el campo de todo el mundo declaramos que alimentamos
nuestros
pueblos y construimos un movimiento para cambiar el mundo.
Con
el
auge del capital financiero, se ha producido un periodo de
acaparamiento desenfrenado
de nuestra agua, semilla, tierra y
territorio. Se
impulsan
tecnologías peligrosas, a veces con impactos irreversibles, como
los
transgénicos, la producción animal confinada en gran escala, y
la biología
sintética. Se acelera la
sustitución de
las economías productivas reales por la economía financiera,
bajo el dominio
del capital especulativo. Las megafusiones concentran más que
nunca el dominio
sobre los sistemas alimentarios. Hay una nueva fórmula de
neoliberalismo
combinado con discursos de odio, en que los problemas causados
por la misma
concentración de riqueza están siendo usados para dividir
nuestros pueblos y
crear conflicto étnico, religioso y migratorio. Estamos frente a una oleada
de violaciones de
nuestros derechos humanos, con compañeros y compañeras
asesinados, encarcelados,
torturados y amenazados por todo el mundo.
Los
acaparadores de recursos hacen la guerra contra nosotros, muchas
veces a través
de la OMC, Banco Mundial, FMI, el imperialismo, los tratados de
libre comercio
y las leyes que privatizan nuestros bienes comunes, pero cada
vez más a través
de los bombardeos, las ocupaciones militares y las medidas
económicas
genocidas. Nos solidarizamos con Palestina y otros pueblos que
continúan
sufriendo y resistiendo frente a estas imposiciones. Millones de
migrantes y
refugiados están siendo desplazados forzosamente por la guerra,
y la falta de
acceso a las necesidades más básicas. Además se siente en muchas
sociedades un
viento frio de xenofobia, racismo, fundamentalismo religioso y
odio de clase.
La
criminalización de la migración y de la protesta social está
vinculada al poder
mediático corporativo hegemónico que demoniza a los sectores
organizados del
pueblo. Los medios de comunicación corporativos defienden los
intereses del
capital y últimamente están promoviendo el derrocamiento de
algunos gobiernos y
colocando a otros. El poder mediático manipula a grandes
sectores de la
población, creando las condiciones para las violaciones de
derechos humanos.
El
sistema capitalista y patriarcal no es capaz de revertir la
crisis en que vive
la humanidad, solo sigue destruyendo a nuestros pueblos y a
calentando la Madre
Tierra. La Tierra está viva pero el capitalismo es una
enfermedad que la puede
matar.
Frente
a esta grave situación, nosotros y nosotras:
1. Alimentamos nuestros pueblos:
Durante
más de medio siglo, nos vendieron la idea de la “revolución
verde,” que nada
tiene de revolución ni de verde. Bajo el pretexto de
productividad a corto
plazo, este modelo de agronegocio ha envenenado el suelo,
monopolizado y contaminado
el agua, tumbado los bosques, secado los ríos y sustituido la
semilla nuestra
con semillas comerciales y transgénicas. En vez de acabar con el
hambre, el
agronegocio ha creado más problemas de alimentación, y
desplazado a los pueblos
del campo. Es un modelo de agricultura sin campesinos/as y
altamente excluyente.
Mientras el agronegocio recibe las subvenciones y las políticas
favorables, en nuestra
agricultura campesina e indígena seguimos haciendo lo que hemos
hecho por milenios:
producir alimentos sanos para nuestras familias, comunidades y
pueblos.
Mientras
los gobiernos imponen leyes de semillas que aseguran la
privatización y las ganancias
de las trasnacionales, nosotros cuidamos las semillas
campesinas, trabajadas,
elegidas y mejoradas por nuestras antepasadas. Las semillas
nuestras están
adaptadas a nuestras tierras, donde con manejo agroecológico
producimos sin
necesidad de comprar agro-tóxicos ni otros insumos externos.
Nuestra
agroecología campesina alimenta al suelo con materia orgánica,
se base en la
biodiversidad, conserva
y recupera
variedades campesinas de semillas y razas de animales,
trabajando con la
sabiduría de los pueblos y con la Madre Tierra para
alimentarnos. Su fuente
principal es el conocimiento campesino indígena, ancestral y
popular que hemos acumulado
durante generaciones, día a día, mediante la observación y la
constante
investigación en nuestras tierras, compartido después en
nuestros intercambios
entre campesinos y campesinas y entre nuestras organizaciones.
Nuestra
agroecología tiene un carácter campesino y popular; no se presta
para las
soluciones falsas como el capitalismo “verde”, los mercados de
carbono y la
agricultura “climáticamente inteligente”. Rechazamos cualquier intento
de cooptación de
la agroecología por el agronegocio.
La
agroecología
campesina es la base de nuestra propuesta y visión de la
soberanía alimentaria
de los pueblos del mundo. Para hacerlo, urge la
genuina reforma
agraria integral y popular, la defensa de los territorios
indígenas y
campesinos y la recuperación de los sistemas alimentarios
locales.
Además
de fortalecer y desarrollar nuestros mercados campesinos,
necesitamos construir
nuevas relaciones entre las clases populares del campo y de la
ciudad, así como
nuevos canales de distribución y de venta, construyendo un nuevo
modelo de
relaciones humanas, económicas y sociales, basadas en el
respeto, la
solidaridad y la ética. Con la reforma agraria, la agroecología
campesina y la
soberanía alimentaria enfriamos el planeta y construimos
sociedades más justas
y humanas.
2.
Construimos movimiento:
La
humanidad en crisis busca soluciones. Cada vez más, nuestro
movimiento es un
referente para los pueblos que luchan. La Vía Campesina sigue
creciendo y
nuestra propuesta se fortalece. Sin embargo, nuestros enemigos
también se
fortalecen y nuestra construcción de movimiento enfrenta retos
para seguir
avanzando.
La
lucha de masas es el corazón de La Vía Campesina. El trabajo de
base de
nuestras organizaciones debe fortalecerse, para integrar más
trabajadores y
trabajadoras del campo, más campesinos y campesinas, más
comunidades indígenas,
más migrantes, más pueblos de la diáspora africana, más
afectados/as por el
modelo del capitalismo agro-hidro-extractivista. Tenemos que
fortalecer las
alianzas a nivel local, nacional e internacional, sobre todos
entre las clases
trabajadores del campo y de la ciudad.
Nuestro
movimiento tiene como enemigo el patriarcado. El carácter
feminista de La Vía
Campesina fortalece nuestra unidad y compromiso para luchar con
igualdad y
equidad de género. Una clave para fortalecer nuestras propias
organizaciones y
lograr alianzas más amplias es la construcción de un movimiento
feminista
campesino dentro de La Vía Campesina. Fortaleceremos la
participación política
de las mujeres en todos espacios y niveles de nuestro
movimiento. Nuestra lucha
es por el fin de todos los tipos de violencia contra la mujer:
física, sexual,
psicológica, y económica. Nos comprometemos a incrementar
nuestras capacidades
para entender y crear ambientes positivos en torno al género,
dentro de
nuestras organizaciones y en nuestras alianzas. La falta de
tolerancia a la
diversidad es parte del proceso del despojo de jóvenes del
campo. Un campo
diverso, no violento e inclusivo es fundamental para La Vía
Campesina.
En todo el mundo la juventud ha sido cada
vez más
expulsada del campo por las diversas formas del capital, y el
patriarcado y la
discriminación por edad restringen su visibilidad y plena
participación en
nuestras organizaciones. Nosotros y nosotras nos comprometemos a
las nuevas
generaciones en el campo y en nuestro movimiento, buscando por
la plena
incorporación de la juventud en espacios de liderazgo y toma de
decisiones
dentro de nuestras organizaciones, en la formación y en la
producción de
alimentos agroecológicos.
Millones de nosotros/as migramos como una forma de
resistencia para no
desaparecer como pueblos, como campesinos/as, como mujeres o
como jóvenes.
Desafiamos fronteras, derribamos muros, y enfrentamos el racismo
y a la
xenofobia. Construimos
un movimiento
articulando a campesinos/as, trabajadores/as rurales y
migrantes, no como
víctimas merecedoras de asistencia, sino como titulares de
derechos, incluyendo
nuestro derecho al libre movimiento.
Nuestro trabajo con nuestros aliados por
lograr una Declaración de
las Naciones Unidas sobre los
derechos de los campesinos y de otras personas que trabajan en
las zonas
rurales es de importancia fundamental para cientos de
millones de personas
en el mundo.
Reforzaremos
el trabajo en los países para lograr su adopción. Este
instrumento crucial
fortalecería los derechos de los pueblos del campo para proteger
sus medios de
subsistencia y seguir alimentando al mundo.
Tenemos que seguir acelerando
la formación
política e ideológica, organizativa, y técnica con nuestros
propios
pensamientos, formando las personas para la lucha y para la
transformación, ya
que tenemos claro que la educación convencional rompe con
nuestra identidad y
pensamiento. La formación es crucial para que nuestros
movimientos creen
sujetos nuevos y activos, sujetos para forjar nuestro propio
destino. En
nuestra lucha es necesario también seguir construyendo nuestra
propia
comunicación autónoma y alianzas con los medios alternativos,
que nos tornen
conscientes de nuestra cultura, de nuestra dignidad, y de
nuestra capacidad para
transformar la sociedad.
3. Para cambiar
el mundo:
El camino es largo.
Estamos creciendo
como movimiento, pero el capitalismo salvaje y las guerras de un
sistema
mundial en crisis ponen a todos nosotros y nosotras, nuestras
comunidades,
organizaciones y sociedades en peligro. Frente a la barbarie
urge construir
otro futuro para la humanidad. En un contexto extremadamente
complejo, La Vía
Campesina es un motor de lucha por la transformación y vela por
la paz en el
mundo. A través de nuestro trabajo diario en el campo, nuestro
aporte mundial a
la alimentación, nuestras alianzas y nuestra lucha por la
soberanía
alimentaria, hemos logrado la confianza de buena parte de los
pueblos y
movimientos. Nosotros y nosotras asumimos la responsabilidad de
seguir sembrando
la paz en este planeta, igual como hemos globalizado la lucha y
sembrado la
esperanza en todos los rincones del mundo.
De especial
importancia es que nuestra
lucha ha logrado un nuevo reconocimiento al campesinado, y ha
logrado cambiar
los propios términos de los debates internacionales y nacionales
sobre la
alimentación, la agricultura y el campo. No más se formularán
políticas sin que
nuestras voces sean escuchadas en voz alta, o sin estar sobre la
mesa los temas
de los derechos campesinos, la agroecología, la reforma agraria
y sobre todo,
la soberanía alimentaria.
Crecer y fortalecernos
como movimiento
significa cuidar el trabajo de base, formar alianzas, luchar
contra el
patriarcado, el imperialismo y el capital financiero con
convicción, compromiso
y disciplina. Esta lucha es crítica para la humanidad y la
supervivencia de la
Madre Tierra. Desde Euskal
Herria, hacemos
un llamado a los pueblos del mundo a luchar con nosotros y
nosotras. Es hora de
construir un mundo fraterno y solidario entre los pueblos.
“Alimentamos nuestros
pueblos y construimos
movimiento para cambiar el mundo”
¡Globalicemos
la lucha!
¡Globalicemos
la esperanza!
Minga Informativa de Movimientos Sociales
http://movimientos.org/
http://movimientos.org/
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