Necesidades y equívocos alimentarios
Verónica
Villa (Grupo ETC)
1. Fundamentos
materiales de la existencia humana. Dice Karl Polanyi que es un hecho innegable
que los seres humanos tienen necesidades fundamentales materiales, y que deben
derivar su subsistencia de una interacción constante con sus entornos
naturales.1 Karl Marx, en sus Tesis sobre Feuerbach, plantea una definición de
la actividad humana (praxis) que radica en su carácter real y objetivo: la
acción transformadora que se ejerce sobre la materia prima, sobre los medios o
fuerzas productivas.
2 Así que la premisa de la existencia humana es el
sustrato material del que deriva su mantenimiento, sobre el que se asienta,
desarrolla y complejiza. La primera necesidad podría entenderse como lo que
Bolívar Echeverría llama la praxis económica: el proceso de trabajo que asegura
la supervivencia, que además de “vencer la escasez” es una actividad
“ilimitadamente creadora, capaz de provocar y satisfacer cualquier tipo de
necesidades”.
3. No puede negarse la materialidad del cuerpo
humano y del mundo en el que existe. Esta materialidad es el sustento de
cualquier construcción subjetiva, histórica, cultural de las necesidades y sus
satisfactores: si no existe el cuerpo que las anhele y las gestione, no existe
nada.
4. Las necesidades como el momento de síntesis y
reproducción de la vida humana. El sujeto social humaniza la naturaleza y el
resultado de esa humanización es el punto de partida para nuevas modificaciones
del mundo. Los bienes que produjo al trabajar, al asegurar la supervivencia,
son lo que consumirá para recomenzar la dinámica de transformación, trabajo,
producción o humanización del mundo. El sujeto social es quien transforma, pero
también es transformado a partir de lo que hereda de quienes le antecedieron en
la acción. Lo necesario para seguir adelante, el conjunto de condiciones,
aprendizajes, instrumentos, impulsos y materiales que hacen posible la
continuidad de la vida humana, constituye el “sistema de necesidades” del
sujeto social.
5. Producir (hacer uso y refinamiento de las
habilidades, de la capacidad de humanización y transformación de la naturaleza)
y consumir (el momento de la satisfacción de las necesidades de supervivencia y
la creación de nuevas necesidades, momento de síntesis), son dos estadios del
mismo devenir social, separables únicamente para entenderlos, pero en
movimiento permanente y protagonizados por los mismos sujetos: todos producen y
consumen todo el tiempo. En el momento del consumo se satisfacen las
necesidades para la reproducción del individuo y del mundo que vamos recreando
y modificando. La forma natural de la reproducción humana supone esta
adecuación entre capacidades y necesidades.
6. La ruptura en el flujo natural de satisfacción
de las necesidades. Sin embargo la economía de mercado, y posteriormente el
capitalismo, introdujo una mediación en este flujo de producción y
reproducción, en esa adecuación de las capacidades infinitas para con las
necesidades abiertas. El producir para el mercado introdujo un obstáculo entre
la producción y el consumo. Esta mediación es que lo producido ya no
necesariamente se adecúa a lo necesitado, sino al mercado. Entre producción y
satisfacción se interpone el mercado, y posteriormente el capitalismo. En
palabras de Bolívar Echeverría, en la época moderna, “el proceso natural de
reproducción [de los seres humanos] no obedece a un telos (fin o propósito)
propio capaz de sintetizarlo sino a uno ajeno —enajenado— que es el telos
cósico del valor instalado como sujeto que se autoafirma, que se valoriza: el
telos de la acumulación de capital.” Desde la perspectiva de la crítica del
capitalismo, el hecho de que se haya roto el metabolismo natural entre la
naturaleza y la humanidad llevó a reproducir sistemáticamente la situación de
escasez entendida como la permanente insatisfacción de las necesidades.
7. Luego esta insatisfacción se “naturalizó” como
parte de la condición humana. David Cayley hace la crítica de este proceso a
partir de Karl Polanyi, quien llamó “falacia economicista” el pensar que la
economía de mercado (definida liberalmente como la asignación de medios escasos
a fines alternativos) es la forma en que la humanidad resuelve su subsistencia.
“Hacer lo mejor con lo que se cuenta” es dar por hecho que la gente quiere más
de lo que puede tener, que nunca hay lo suficiente para la satisfacción de
todos. Equivale a decir que la escasez es una premisa y que por lo tanto, la gente
debe pelear por los bienes escasos. Es asumir que la competencia y la
insatisfacción crónica de las necesidades son propiamente humanos.
8. Además de considerar las necesidades como una
carga que sepadece y como fuente inagotable de frustración, ocurre el
sometimiento de las capacidades humanas a la producción de objetos que incluso
se crean para terminar con la vida misma ( por ejemplo armas).
Los debates sobre las necesidades (qué son, cómo se
configuran, cómo se resuelven) son muchos y están abiertos. Sin embargo estas breves
premisas desde la perspectiva de la crítica del capitalismo ayudan a entender
algunos de los problemas actuales de la alimentación, siendo ésta una de las necesidades
fundamentales innegables del ser humano, aparte de la diversidad de sus formas
históricas y culturales.
Otro matiz de la ruptura entre capacidades y
necesidades. Iván Illich argumenta que el sistema económico dominante ha
introducido una lógica de desarrollo que consiste en expropiar las capacidades
que tienen las comunidades para resolver su vida en términos propios
(autonomía, autodeterminación) y en su lugar satisfacer las necesidades con
bienes de mercado. Expropiar las capacidades, explica Illich, incluye el despojo
de los medios y los objetos de la producción, del trabajo, pero también la
censura de los saberes locales, las tradiciones, las tecnologías adecuadas, (el
derecho al precedente), el lenguaje, la percepción, y todas las formas de expresión
del intelecto, el espíritu y la epistemología.8 Jean Robert llama a este
momento en que se despoja a las comunidades de sus fuentes y medios de
subsistencia “la enajenación originaria”,9 el momento en que “la destrucción de
capacidades autónomas permite crear las necesidades de bienes económicos”.
Es decir, que para poder expandirse, el capitalismo
deshabilita a las comunidades y las sociedades impidiéndoles resolver de manera
congruente el metabolismo entre la producción y el consumo. Illich le llama a
esto: “man made misery” —miseria fabricada por los propios seres humanos.
Entre más deshabilitados estemos como personas y
como colectivos, más necesitaremos de alguien o algo fuera de nuestro control
para satisfacer las necesidades.
Y no se detiene allí: quien venga tendrá el poder
de indicar qué necesitamos, lo que Illich calificó de monopolio radical: la
situación en que cada persona y cada comunidad se convencen de que lo que
necesitan es lo que les ofrecen los monopolios: la alimentación que necesito es
la que promueven las corporaciones, o los grupos de expertos (nutriólogos, funcionarios
de la FAO, médicos); la forma de obtenerla siempre debe tener la lógica
industrial.
En este punto, las necesidades se hacen
equivalentes a las mercancías. Se crea y se expande una red de especialistas
cuya misión es convencernos de que necesitamos lo que ellos dicen, a semejanza
de cómo trabaja la mafia.
9. La canasta básica y la comida chatarra. En
México, en el momento en que la industrialización requirió fuerza de trabajo barata
(para la sustitución de importaciones y procesos paralelos como el crecimiento
urbano, el tendido de carreteras, puentes, comunicaciones en general) fue muy importante
que hubiera alimentos producidos a bajo costo. Estos alimentos provenían de las
unidades campesinas que se reproducían bajo la lógica de la subsistencia, no
para colocar excedentes en el mercado, y sin embargo, siendo México a mediados
del S. XX un país aun eminentemente rural, esta agricultura de autosustento
daba de comer, a precios no fijados por el mercado, a toda la población rural e
hizo posible la migración de fuerza de trabajo subsidiada hacia las urbes para
consolidar los procesos de industrialización.
El establecimiento de precios de garantía, los
subsidios directos a la producción agraria, el tope de precios, todo eso
contribuyó a mantener barata la canasta básica y por lo tanto, salarios bajos.
Esta lógica de mantener bajos los salarios
manteniendo bajo el costo de reproducción del trabajador no ha cambiado,
solamente que ahora las calorías necesarias para desempeñarse —hacer los colados
de los edificios, aguantar el trayecto a la oficina o a la fábrica, trabajar en
la parte más pesada del mantenimiento de la mega urbe, o cualquier actividad que
contribuya a la valorización del capital— provienen principalmente no de la
agricultura campesina, sino del sistema industrial de producción de alimentos,
basado en unos pocos cultivos a partir de los cuales se confeccionan
comestibles de larga vida de anaquel, con alto contenido de azúcares, sales y
grasas además de los conservadores, saborizantes, aromatizantes y mejoradores de
la apariencia (texturizadores, colorantes, etcétera).
Michael Pollan ha reconstruido la historia de las
“necesidades nutricias” en Estados Unidos. En sus recuentos explica cómo han
ido conformándose los modelos de nutrición promovidos desde el Estado (en su
rol de garante de la salud y bienestar de los gobernados), o los indicadores de
la ingesta mínima y máxima de diversos nutrientes, según se desarrolla la
producción y venta de ciertos cultivos. Es decir, la agricultura industrial
promueve sus excedentes, y sus mercaderes pueden incluso comisionar estudios científicos
para colocar exitosamente éste o aquel ingrediente, derivado de éste o aquel
cultivo.
Pollan dice que los estudios científicos que han
promovido en su turno la margarina, la dieta baja en carbohidratos, los
licuados de clorofila, los quesos y leches de soya, los endulzantes de maíz,
los súper alimentos (hoy en día tenemos al coco, la chía y la quinua) son, más
que nada, relaciones públicas e ideología en argot técnico pagada por la
industria de los alimentos procesados.
Está el caso de la fórmula que sustituye al
amamantamiento. Aparejada con innovaciones en la división del trabajo que
posibilitaron que las mujeres accedieran a trabajos (y salarios) fuera de la
casa, la “leche maternizada” se ha ido colocando hasta el día de hoy como algo
necesario para que los niños sobrevivan, incluso si la madre tiene buen tiempo
de amamantar.
Desde su primera noche en la Tierra, los bebés reciben
el golpe de azúcar del cual será muy difícil liberarse por el resto de sus
vidas. Las familias tienen que destinar enormes presupuestos a comprar fórmulas
y toda la parafernalia necesaria por un mínimo de dos años. Como a los niños les
hace bien lo dulce, lo pleno de glucosa, y efectivamente ganan peso muy rápido,
las leyes laborales sobre permisos de maternidad han quedado intocadas por décadas.
Gabrielle Palmer afirma que si todos los bebés que nacen en el mundo
recurrieran de entrada a la alimentación en botellas, las ganancias anuales de
las compañías que fabrican la leche “maternizada” se incrementarían más de 5
veces. Es éste el mercado tras el que van. Entre las familias pobres del
planeta la adquisición de fórmula, botellas y esterilizadores drena una buena
parte de sus ingresos.
En el espejismo de nutrir al más pequeño, se
empobrecen y desnutren todos los demás. Entre más aceptada es la leche
artificial, más crecen las ganancias de los fabricantes. La fórmula para bebés
es el alimento más caro en las compras cotidianas de cualquier familia, rica o
pobre. En Nigeria una ración cuesta más de 2.5 salarios mínimos. En Uganda
llega a costar 9 salarios mínimos.
El sociólogo Jorge Veraza explica, a partir del
concepto “subsunción del consumo,” cómo el capitalismo hace que los sujetos
necesitemos lo que el capital produce en términos de nuestra reproducción
inmediata: lo que consumimos en la vida cotidiana, sean alimentos, ropas,
relaciones, emociones específicas, “estilos de vida”, de tal modo que los
sujetos son producidos a como el sistema requiere.
La imposición de patrones de consumo y la
subsunción del consumo se complementan, o pueden entenderse como aspectos del
mismo fenómeno. Por un lado ciertas mercancías alimentarias se presentan como
las mejores opciones (porque hay excedentes o porque imponerlas en los puntos
de accesibilidad y ponerlas de moda es muy rentable) y por otro lado el
“productivismo paroxístico” que demanda el ritmo de trabajo en la actualidad,
solo puede cumplirlo el cuerpo humano a partir del consumo específico que
ofrece el sistema.
Así que por un lado tenemos la “creación de
necesidades”, mediante propaganda, para que el mercado de bienes y servicios fluya;
pero por otro tenemos que en verdad son necesarias las calorías de rápida
absorción que brindan los refrescos, las grasas hidrogenadas, las harinas
refinadas que se encuentran en cualquier producto de las tiendas “de
conveniencia” Oxxo, Eleven, Super-K, y todos los supermercados.
Esto constituye la “dieta neoliberal”. El
resultado, para Illich, a la vuelta de la enajenación de las capacidades, es la
“tantalización de las necesidades” es decir que dentro de las economías
orientadas al mercado y la “cultura de la commodity”, los satisfactores tienen una
contrafinalidad intrínseca: lo que dicen resolver lo empeoran, en vez de dar
vida, dan muerte. Veraza dice: “la alimentación se encuentra predeterminada en
forma sistemática y, en el caso de la nuestra, por cierto, en un sentido
altamente nocivo para la salud.”
Regresando al caso mexicano: mantener a la baja los
salarios resolviendo la canasta básica con harinas refinadas y azúcar haredundado
en diabetes, hipertensión y obesidad. Cada vez hay mayor evidencia científica
de que la aparición y prevalencia de la diabetes se debe a factores nutricionales.
“La dieta neoliberal coincide nítidamente con el crecimiento del sobrepeso y la
obesidad a niveles de epidemia.”
En México la diabetes ya es la primera causa de
muerte y se espera que aumente 40% en los próximos 10 años.25 Se calculaba que 100
mil mexicanos morirían de diabetes en 2015. Siete de cada 10 personas en México
padecen sobrepeso y 3 de cada 10 niños. México es el primer lugar mundial de
obesidad y sobrepeso en niños y el segundo en adultos.27
En el ámbito global, la FAO espera que la obesidad
se duplique para 2030. Las pérdidas en productividad y en gastos por
enfermedades relacionadas con la malnutrición y el sobreconsumo excedieron ya
los 4 billones de dólares por año, equivalentes a más de la mitad del valor
mundial del mercado de comestibles.28
10.. Algunas preguntas finales Así que la pregunta no
es si las necesidades actuales son falsas o verdaderas, sino ¿de quién son? ¿son
realmente del sujeto, o del capitalismo? Un sujeto en libertad para trabajar en
lo que quiera, ¿necesitaría el golpe de glucosa que hace a los obreros salir a enfrentar
la ciudad y la fábrica?
Una mujer que contara con toda la certeza material
y emocional para ser madre ¿necesitaría las fórmulas? Tendríamos que entender
cómo algunas “necesidades” son en realidad la imposición de ciertos patrones de
consumo. El problema con la comida chatarra es precisamente cómo los
satisfactores, los bienes que se producen para satisfacer las necesidades, en realidad
tienen una finalidad ajena, que es el apuntalamiento del sistema económico de
mercado.
Es un hecho que el debate sobre las necesidades no
está cerrado, pero eso no obsta para que sea posible hacer una crítica del contenido
de las necesidades. La crítica de la satisfacción de las necesidades es una
cuestión de vida o muerte, literalmente.