Daniel Schar
21 de diciembre de 2018
Imagen: claudioconcepcion.com
La cadena alimentaria McDonald's anunció que comenzará a eliminar gradualmente el uso de antibióticos de importancia en su cadena de suministro global de carne de res, basándose en su experiencia en la eliminación gradual de dichos antibióticos de su suministro de pollo. Otras cadenas minoristas de alimentos también han avanzado. Ahora es el momento de apuntar al cerdo.
La promesa de McDonald's es un buen paso para abordar la resistencia a los antimicrobianos, uno de nuestros desafíos de salud global más apremiantes. También es una señal importante de que los consumidores tienen poder para cambiar las prácticas de la industria alimentaria hacia la sustentabilidad.
Hace casi un siglo, el descubrimiento de la penicilina por Alexander Fleming lanzó a la práctica médica moderna la era de los antibióticos. Gracias a su descubrimiento, y a los que siguieron, se les atribuye salvar la vida de millones de seres humanos y la habilitación de avances médicos históricos. Sin embargo, por décadas de mal uso, para diferentes propósitos, como el tratamiento de infecciones virales, para los cuales los antibióticos son ineficaces, o para la producción industrial de carne de res, pollo, cerdo y mariscos, ahora se corre el riesgo de perder la real valía de estos medicamentos. A pesar de eso, con buenas prácticas de crianza, nutrición adecuada, vacunación y buena atención veterinaria, el efecto del aumento de peso es insignificante y el uso preventivo disminuye a medida que las granjas crían animales más sanos y resilientes.
Las infecciones resistentes a los medicamentos ahora están demandando mejor atención médica. Y las bacterias resistentes a múltiples fármacos, contra las cuales incluso nuestros antibióticos de último espectro no son efectivos, están acelerando la perspectiva de un mundo post-antibióticos, en el que la medicina moderna puede tener poco que ofrecer a las personas con infecciones.
Si no pensamos en una acertada custodia y un buen uso de los antibióticos que tenemos ahora, las muertes por patógenos resistentes a los medicamentos aumentarán de una tasa actual de 700,000 al año a nivel mundial, a más de 10 millones para 2050, más muertes que las causadas por el cáncer y la diabetes combinadas. Este catastrófico costo humano se compara con una carga económica sustancial, pérdidas vinculadas a la resistencia que superan los $ 100 billones acumulados para 2050. Esto es más de $ 3 billones cada año, casi el 4 % del Producto Interno Bruto Mundial, hasta el 2050 y más, a menos que detengamos esta amenaza.
Es probable que las bacterias resistentes a los medicamentos no destruyan las comunidades como lo hacen los virus, responsables del síndrome respiratorio agudo severo (SARS), el ébola o la influenza, -donde hay vidas perdidas, dinero, miedo-, pero el impacto de la resistencia antimicrobiana será posiblemente más devastador. Cuando se extingue una pandemia viral, las comunidades se reconstruyen y los sistemas de salud se recalibran. Pero la resistencia antimicrobiana es una amenaza siempre presente. Los merodeadores no han venido, ni se han ido a un escondite lejano, siempre están detrás de cada puerta.
La resistencia a los antibióticos y otros agentes antimicrobianos no es nueva. Es una antigua estrategia de defensa de los microbios para un ataque químico natural desplegado por otros microbios, un elemento inherente a una carrera armamentista microbiana en constante evolución.
Pero entonces porque se da el uso a escala industrial de antibióticos en medicina humana y producción animal, y en cantidades sin precedentes de compuestos antimicrobianos que contaminan el medio ambiente?
Esto es atribuible, en parte, a nuestra insaciable demanda de proteína animal. Cada año, los agronegocios ganaderos mundiales movilizan más de 131,000 toneladas de agentes antimicrobianos para producir aves de corral, huevos, lácteos y carne (y esta estimación no incluye a la piscicultura). Se espera que ese volumen aumente en un 52 % a nivel mundial para el 2030, y se duplique en las economías de rápido crecimiento como Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, a medida que la demanda de proteínas animales crece junto con el tamaño de la clase media.
La producción global de carne de cerdo representa uno de los mayores consumidores de antibióticos por unidad de peso de animal vivo. En el transcurso de su vida de cuatro meses, desde el lechón hasta el sacrificio, todos los cerdos de este planeta, -hay casi mil millones-, consumirán tres veces la cantidad de antibióticos por peso animal que el ganado, y 2,5 veces la cantidad de antibióticos que un ciudadano medio europeo.
El uso de antimicrobianos, ya sea por un veterinario o bajo la supervisión directa, siempre debe estar disponible para el tratamiento de animales enfermos. Sin embargo, la mayoría de los antibióticos utilizados en la producción de alimentos no están dirigidos a animales con enfermedades. En su lugar, se utilizan para prevenir infecciones en sistemas de producción de alta densidad con prácticas inadecuadas de control de enfermedades o para estimular el aumento de peso y la productividad. Sin embargo, con buenas prácticas de crianza, nutrición adecuada, vacunación y atención veterinaria, el efecto del aumento de peso es insignificante y el uso preventivo disminuye a medida que las granjas crían animales más sanos y resilientes.
Resulta que estos antimicrobianos no se usan para tratar enfermedades de los animales, sino para tratar un sistema de producción animal enfermo.
El desarrollo de la resistencia antimicrobiana se da por la evolución natural de la selección del trabajo. El uso indiscriminado de antimicrobianos favorece la supervivencia y la proliferación de comunidades de bacterias que naturalmente han desarrollado o adquirido los determinantes genéticos para resistir a estos medicamentos. En esencia, estamos promoviendo, sin advertirlo, la diseminación de los genes de resistencia a los antimicrobianos, las armas avanzadas que están alimentando una insurgencia microbiana global para evadir y evitar intervenciones médicas más potentes.
Los granjeros y minoristas que producen pollo, carne de res, cerdo y derivados lácteos, como McDonald's, tienen un poder sustancial para transformar la producción animal más saludable en todo el mundo, especialmente en los países de ingresos bajos y medianos en los que existe una serie de factores, desde el crecimiento de la producción de antibióticos baratos y de fácil acceso, las estructuras reguladoras inconsistentes y la débil capacidad de aplicación de las leyes, lo que contribuye al desarrollo de la resistencia a los antibióticos.
Ongoing work, auspiciada por la Agencia Internacional para el Desarrollo de los Estados Unidos, -la organización para la que trabajo-, ha demostrado que el sector público no puede lograr prácticas sólidas de uso de antimicrobianos de manera aislada. El compromiso y el liderazgo del sector privado, desde la granja hasta la mesa, también es esencial.
Como una empresa de gran volumen, la industria minorista de alimentos se encuentra en una posición de influencia única, capaz de impulsar el cambio a través de la promesa de acceso al mercado, y proporcionar incentivos para mejorar las prácticas de producción animal, medir rigurosamente su impacto y adoptar enfoques comprobados en la administración de antibióticos a escala. Por ejemplo en Tailandia, una nueva asociación entre el gobierno, los productores de carne de cerdo y los puestos de venta minoristas de alimentos, está demostrando que bajo las condiciones adecuadas de cría de animales, la carne de cerdo certificada por la NSF como "criada sin antibióticos" es económicamente viable para el mercado nacional.
Artículo original en inglés:
Schar Daniel. "Pork farming: the next battlefield for fighting antibiotic resistance". SATAT Newsletter. 21, December, 2018 https://www.statnews.com/2018/
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